Luis Daniel Córdova
Invirtió un dineral para llevarse la ‘Orejona’ este año. La historia del PSG es para los cuentos de gloria, para escribirla con ribetes históricos y memorables. Quedará para la historia que un día en Múnich, una calurosa noche de mayo, tras un partido excelente, el fútbol aceptó para siempre al PSG, la Champions abrazó entre sus manos a un nuevo campeón, uno construido desde Qatar, uno que invirtió 2.283 millones en fichajes en menos de 15 años hasta coronarse.
Increíble lo que sufrió en el tiempo y lo que goza en el presente, con un Luis Enrique que diseñó esta máquina con Membélé y Vitinha como puntuales. Y fue Luis Enrique, ese genio desaprobado en media España pero idolatrado en el resto del mundo, aquel entrenador que hizo ver al emir y a Al Khelaïfi que la gloria se alcanza desde el banco, no desde las estrellas. Su proyecto más futbolístico que mediático dio la razón una vez más a los que saben: en este deporte ganan los estrategas.
El PSG es el mejor club de Europa, su nombre suena a los cuatro vientos por el Allianz Arena, desde ya templo sagrado de los aficionados parisinos. Ganar la Champions era esto. Saberse invencible era esto. Lo que no pudieron conseguir con Mbappé , Neymar, Messi, Alves, Ibrahimovic, Beckham, Di María o Cavani lo abrocharon estos jóvenes talentos que sobre el verde de Múnich dibujaron una final imborrable e histórica y memorial. En nada dejaron al Inter, troceado en defensa como ante el Barça en semifinales.
Nada de esto se explicaría sin la perfecta sincronía sin balón de la que Luis Enrique ha dotado a los suyos. La presión define a un equipo. La presión es un equipo. Con esa fórmula, el PSG reventó al Inter hasta tumbarlo pronto en la lona. Dembélé lanzó siempre esas estampidas hacia la recuperación, ese mensaje de que cuanto más se muerde más se avista la gloria. PSG, Barcelona y Liverpool, esta temporada, son perfectos ejemplos de ello.

Luis Enrique en el festejo de un técnico que con poco hizo más que muchos.