Eduardo CAMAVINGA fue lo más DESASTROSO del REAL MADRID en el CLÁSICO de SUPERCOPA y está con cuadro GRIPAL que lo dejaría fuera ante CELTA

Por Luis Daniel Córdova

Luis Daniel Córdova

En Madrid todavía se cuestiona el accionar de unos jugadores del cuadro de Ancelotti en la Supercopa de España, donde Barcelona le dio una paliza al ‘Hala Madrid’. El tema de confiterías, bares, colegios y calles, es el accionar de algunos jugadores madridistas, entre ellos Eduardo Camavinga.

Estuvo mal hasta Camavinga. Y ese podría ser el resumen. Pero lo cierto es que estuvo muy, muy mal. Hasta el punto de recordar a ese futbolista de hace varios años: Un jugador descontrolado, errático, con mucho freno antes que velocidad. Precisamente corregir esto es lo que le ha hecho erigirse como uno de los centrocampistas más espectaculares del mundo. Y ser titular en el Real Madrid. Pero en Arabia… volvieron los fantasmas. Recuerdos de Vietnam. De ese futbolista que se carga de una tarjeta muy pronto y juega con fuego. Que parece superado. Yeda fue un paréntesis en una temporada notable. Pero Yeda fue, también, una vuelta al pasado.

Ancelotti lo resumió en una rueda de prensa memorable: Camavinga intenta cortar pases…y a veces llega tarde. Pero el ímpetu es una cualidad, algo que debe tener». Lo dijo porque, en sus primeros años, Camavinga se abonó a ver amarillas con demasiada asiduidad. Y aunque el discurso público era de elogios, de puertas para dentro se trabajó mucho este asunto. Que midiese mejor, que canalizase las energías, que templase los nervios. Lo ha conseguido, hasta ser un futbolista que llega con precisión milimétrica y hace de la recuperación, arte. Pero todo esto se esfumó en el Clásico.

Camavinga protagonizó el penal del 1-2, golpeando con los tacos a Gavi de manera absurda. Una patada innecesaria y, sobre todo, carísima. Pero no quedó ahí. Justo antes del descanso y teniendo tarjeta, realizó un agarrón a Lamine Yamal que frenó un contragolpe peligroso. Una acción de segunda amarilla clara, clarísima. Y un harakiri. Con la fortuna de que Gil Manzano, en otra noche para olvidar, no optó por mostrársela. Tal fue el milagro, que Ancelotti decidió quitarlo en el descanso y evitar lo que asomaba.

En esos 45 minutos, los números fueron funestos. Fue el medio que menos veces intervino (19), el que menos pases dio (12) y el que menos apareció en el último tercio (2). Ni un regate, ni un solo duelo aéreo ganado y más faltas cometidas (4), que recuperaciones (2). Un jugador descolocado por el terreno de juego y desaparecido en la creación. Una noche para olvidar. El jugador se marchó muy tocado del estadio, sabedor de que no le había salido absolutamente nada. Y sintiéndose responsable del desastre. También está tocado de la salud, porque este martes no pudo ejercitarse por un proceso gripal y se quedó en su domicilio. Por ahora es duda, pero se espera que esté recuperado a tiempo para el choque copero este jueves ante Celta.