Luis Daniel Córdova / Enviado Especial Estados Unidos
Goleada histórica que quedará en los libros del Mundial de Clubes. Bayern Múnich apabulló por 10-0 al Auckland City que por momentos llegó a dar pena. Sin embargo, al campeón alemán no le importó. Fue una aplanadora de talento, potencia y gol.
No parecían jugadores de fútbol, sino máquinas. En Cincinnati el calor asfixiante del verano norteamericano no afectó a la fuerza germana, que todo se lo toma en serio, más si era el debut del primer Mundial de Clubes que aspiran campeonar. Kompany envió a su mejor once en el TQL Stadium. Excepto Musiala, todo el arsenal de fútbol jugó desde el arranque ante este rival voluntarioso que parecía un club amateur.
Y así empezó el juego con un 72% de posesión de balón muniqués. Tah, flamante fichaje procedente del Leverkusen, comandando la zaga, Kimmich y Pavlovic en la sala de máquinas, y Müller por detrás de Kane, Coman y Olise arriba. Poca broma.
A los 6 minutos, Coman puso el 1-0 tras servicio de Tah. El segundo fue doce minutos más tarde, servicio de Coman para Borey. Dos minutos después el 3-0 de Olise, para luego servicio de Olise para el gol de Coman. Un 4-0 en veintiun minutos de juego. El quinto lo puso Thomas Muller a los 45 y en los descuentos, el sexto era de Olise. Es decir, media caja de goles en un primer tiempo apabullante del juego alemán.
En el complemento ya con el Titanic hundido había que darle rodaje a la estrella bávara, Musiala. Reapareció en el 61, marcó un golazo desde la frontal en el 68, provocó un penal en el 72 que él mismo materializó y completó el hat-trick en el 84. Es decir, necesitó 26 minutos para elegirse la figura del compromiso, sellando la decena de goles el experimentado Thomas Müller.

Bayern Múnich fue una máquina de fútbol y goles. Aplastó al equipo de Nueva Zelanda.

La raza goleadora de Thomas Müller, un ejemplo de jerarquía de cara al arco rival.