Recorrer los pasos que el jugador argentino dio a lo largo de su vida es imperdible para quienes gustan del buen fútbol. Los maradonianos pueden visitar los lugares por donde el diez empezó a construir su mística en un tour lleno de historias.
Argentina y Diego Armando Maradona son inseparables. No son el uno sin el otro. El Diez se convirtió en un ícono de la identidad del país que lo vio nacer hasta convertirse en el mejor jugador de la historia del fútbol. El 25 de noviembre se cumple un año de su fallecimiento pero “El Diego” o “Pelusa”, como le decían, vive en cada lugar por el que pasó.
El Estadio de Argentinos Juniors
Caminar por el césped del estadio de Argentinos Juniors es caminar por la historia. Allá por 1976, Diego debutaba con 15 años en la primera categoría del fútbol argentino en este club que lo había visto llegar 8 años antes. En la primera pelota que tocó aquella tarde, tiró un caño y lo acarició el “oooole” que bajó desde la tribuna como una bienvenida. Como si anticipara los lujos con los que deleitaría a lo largo de su carrera.
También se puede conocer el Museo “El Templo del Fútbol”, donde se exhiben los trofeos que el jugador consiguió en su paso por “el Bicho” de La Paternal. Está ubicado en el mismo estadio bautizado Diego Armando Maradona que, por esas vueltas que tiene la vida, años más tarde, sería testigo del primer partido de Lionel Messi en la Selección Argentina.
Boca, el club de sus amores
Se dice que Boca Juniors fue el club de sus amores. Desde chico mamó la pasión por los colores xeneizes y, por una picaresca jugada, metió presión al club para ser contratado. Según cuenta en su libro Yo soy El Diego de la gente, River Plate era el único que había hecho una oferta por su pase pero, ante los medios, “Pelusa” aseguró que estaba por firmar con Boca. Así fue que en 1981 jugó su primer partido con la azul y oro.
En la Bombonera el “El Diez” dijo adiós al fútbol como jugador. El 10 de noviembre de 2001 el ídolo pronunció una de sus frases que quedaría para siempre: “El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero… la pelota, la pelota no se mancha”. En el Museo de la Pasión Boquense se puede conocer la historia completa del paso del capitán por el club.
Su infancia
Durante sus primeros años, Diego vivió en una casa de la ciudad de Villa Fiorito, que hace poco tiempo fue declarada como lugar histórico nacional. Con el “techo de chapa y piso de tierra”, como el propio jugador la describía, marcó sus orígenes, esos mismos que lo acompañarían durante toda su vida.
Otro punto para visitar es la casa donde vivió con su familia en La Paternal, mientras jugaba en Argentinos Juniors. La llamada “Casa de D10s”, en alusión al rol de Diego como deidad en las canchas y al número 10 que siempre brillaba en sus camisetas, atrae a turistas de todo el mundo que quieren transportarse a las épocas en que se empezaba a construir la mística.
Para su casamiento, eligió una de las iglesias más bellas de la Ciudad de Buenos Aires: la lujosa Basílica del Santísimo Sacramento. Su construcción comenzó en 1908 y tomó ocho años terminarla con materiales de diferentes partes del mundo. Consta de cinco torres, una cripta subterránea para 800 personas, un altar de oro, mármol y ónix, e imponentes vitrales. Es considerada una joya de la arquitectura que se puede conocer en el barrio de Retiro.
Murales
Es incontable la cantidad de paredes que recuerdan a “D10s” en Argentina, su imagen está presente en todos los barrios como un recordatorio de las alegrías que regaló. Distintas etapas de su vida fueron inmortalizadas en los paredones pintados y, al pasar, se comenta que la gente los toca como a la imagen de un santo. Solo por mencionar uno, en el estadio de Gimnasia y Esgrima de La Plata, club del que fue director técnico, le dedicaron un mural hecho en mosaico.
Orgullo, llanto, alegría, nostalgia. Un Maradona eterno sigue despertando pasiones aunque ya no esté físicamente. Dejó su marca en los hinchas de todos los clubes y trascendió generaciones, un fenómeno que logró reunir a fans del fútbol bajo una misma pasión: verlo jugar.