Luis Daniel Córdova
Se vino abajo Real Madrid ante Espanyol. Perdió 1-0 en un día espantoso para todos. Madrid jugó mal, el árbitro estuvo peor y se rompió Rudiger. Cartón lleno de frustración para el madridismo y Carlo Ancelotti.
Real Madrid jugó hora y cuarto en Cornellá sin intensidad y con gol de Carlos Romero, que debió ver la roja por una brutal entrada a Mbappé, se llevaron el triunfo los ‘Pájaritos’, Solo en el último cuarto de hora se soltó el pelo el líder y ahí topó con Joan García, portero de cuatro manos, y con un gol anulado de manera temprana a Vinicius Júnior por el VAR.
No es tiempo de rotaciones en el Madrid. Casi nunca lo es con Ancelotti. Quizá el miércoles, en la Copa, tercer escalón en la lista de prioridades y con un derbi y la madre de todos los dieciseisavos de Champions en el horno. Así que en Cornellà no se dejó nada en el armario. Empezando por sus cuatro magníficos, el frente de ataque más lujoso del fútbol mundial. Juntar a Bellingham, Rodrygo, Mbappé y Vinicius deja la lectura de que si no se puede defender mejor (y no se puede por exceso de bajas, la de Rüdiger la última, y defecto de refuerzos) habrá que arreglarlo a base de goles. Tras la artillería Ancelotti volvió a hacerle hueco en la retaguardia a Tchouameni, por si la perseverancia consigue mejorarle o al menos despertarle la vocación. Es un imposible. Asencio fue un gran factor de corrección cuando relevó al lesionado Rüdiger. A la izquierda quedó Fran García, el lateral de los días donde hay demasiados enemigos de los que preocuparse. Para adversarios encastados ya está Mendy.
El Espanyol tiene lo que sueña todo modesto, un portero y un goleador, pero lo que hay entre uno y otro, entre Joan García y Puado, jugadores providenciales, no le había dado hasta ahora para salir de zona de descenso. De ahí que Manolo González apostara por los dos fichajes invernales, Urko y Roberto Fernández, en su equipo inicial. El primero, en compañía de Kral, estuvo excelente.
El partido tuvo un comienzo equívoco, una invasión en toda regla del Espanyol del campo del Madrid. Primero, con la pelota. Después, sin ella, cargando la mano en una presión imposible de aguantar durante mucho tiempo. Pasado el brevísimo chaparrón, el Madrid acaparó la iniciativa, con más toque que progresión, eso sí. En definitiva, un gasto energético enorme en los dos bandos sin apenas efectos prácticos hasta que se rompió Rüdiger, el último defensa titular en pie. Demasiada carga en sus piernas. La baja más sensible en el peor momento.
El partido no cambió. El Espanyol siguió encogido, con alguna buena salida. Lo logró Vinicius, que marcó tras un buen quiebro, pero lo anuló Muñiz Ruiz por falta previa de Mbappé. Una de esas jugadas en las que no se sabe si fue antes el huevo o la gallina. Pol Lozano intentaba un mataleón sobre el francés y este le respondió con un empujón más visible. Se obvió el abrazo, se sancionó el rechazo. El árbitro le perdonó una amarilla a Cabrera por meterle el codo en la nuez a Mbappé y otra a Vinicius, por zambullirse en el área después de hacer el mejor regate en muchas ligas. El piscinazo afeó una maniobra de efectos especiales.
El Madrid se fue al descanso sin buenas sensaciones. Excesivamente fallón Mbappé, desaparecido Vinicius, nublado Bellingham. Solo Rodrygo estaba a su nivel. El atracón de pelota (75% de posesión) no le dio nada ante un Espanyol bien protegido, solidario, cómodo ante un asedio blando. Al ritmo que jugaba, el equipo de Ancelotti no es mejor que nadie.
Y decidió cambiarlo en la segunda parte después de tragarse una gran ocasión de Romero, que tiró alto agotado por su galopada. A partir de ahí el Madrid comenzó a apretar de verdad. Joan García rechazó un disparo de Bellingham y el segundo intento, de Mbappé, se fue al palo derecho.
Fue antes de que Romero le hiciera una entrada al francés que traspasó todas las fronteras de la legalidad: tacos por delante, desde atrás, sin posibilidad de jugar el balón y con riesgo grave de lesión. Tarjeta granate que el desafortunado Muñiz Ruiz dejó en amarilla. La conmoción por el error interrumpió lo que ya era un amago de alud naranja. El Espanyol seguía defendiendo excelentemente, pero cada vez más cerca de Joan García. Los cambios de Manolo González apuntaban a una resistencia a toda costa.
Rodrygo, que esas alturas era la mejor baza del Madrid, incluso desde la derecha, rozó el gol en un tiro raso que le sacó Joan García. Después repitió ante Mbappé. Un equipo ordenado había derivado en un portero heroico. Era una embestida en toda regla, en la que ya era imposible tapar todas las vías de agua. Y de pronto, en una contra que empezó en la derecha, Romero marcó en la izquierda y castigó al Madrid y a Muñiz, porque fue el tanto de quien ya no debía estar ahí. Triunfo histórico de Espanyol para tumbarse al líder de España, que quedó con 49 puntos, uno más de su escolta Atlético de Madrid.